lunes, 15 de septiembre de 2014

Espejismos

     Apenas quedaban un par de gotas en la cantimplora. Mi cuerpo era puras llagas y con la blusa me cubrí la cabeza para evitar una insolación. Mis retinas estaban abrasadas pero vi en el horizonte la silueta de un hombre y su camello. En un último intento por sobrevivir, corrí tropezando con mis propios pies hacia él. Cuando le alcancé, le abracé con todas mis fuerzas.

- ¡Ayúdeme! ¡Agua! Por favor, se lo ruego.- le supliqué con mi último aliento.

- ¿Y a mí qué me cuentas? Soy un cactus y no hablo.- contestó.




Principio básico #1






viernes, 12 de septiembre de 2014

Malditas prácticas



- ¿Falta mucho para que pase el último autobús?- le pregunté al anciano, la única persona que allí esperaba.



- No muchacha. En treinta minutos pasará pero de todas formas ven, siéntate que estarás más cómoda.- contestó haciéndome un sitio en el banco.



- Muchas gracias, es usted muy amable.- le dije mientras me sentaba a su lado.



- ¿Qué hace una chica tan hermosa en un sitio tan apartado como este y a estas horas? - me preguntó mirando y acercando su nariz a mi escote.



 - Estoy haciendo mis prácticas y las hago mejor en este lugar.- respondí apartándome sutilmente para que no se sintiera ofendido.



    El viejo se me acercó de nuevo. Puso su nariz en mi cuello y sin dudarlo, su mano en mi muslo. Con el otro brazo me agarró por la cintura y me susurró “Tranquila muchacha, te trataré bien”. Intenté soltarle la mano y huir pero el cabrón tenía mucha fuerza. Fue ascendiendo hasta tirar con violencia, bajo mi falda, de mis bragas y romperlas. Intenté abrir mi bolso con la mano izquierda pero no daba abasto a apartarle la cara de mis tetas. Era repugnante tener sus babas sobre mí.



    Consiguió desabrocharse los pantalones y tirarme del banco, avalanzándose encima. Me separó las piernas con brutalidad. Le mordí la cara y su sangre me salpicó el rostro. Me dió una bofetada y me llamó puta. Justo en ese momento pude abrir el bolso y sacar el abrecartas. Se lo clavé entre los ojos y murió en el acto, empalmado sobre mí. Fue asqueroso.



    - Fuiste muy valiente y eres un ejemplo para todos. Por tu valor, tu decisión y el enemigo que elegiste; a partir de hoy serás la elegida.- gritó mi mentor a todos los presentes mientras me bautizaba con la sangre de su mano.




lunes, 8 de septiembre de 2014

No mujer, no llores

    ¿Recuerdas mi amor cuando corríamos delante de los grises? ¡Qué mamporrazos más fuertes! El otro día le contaste a Pepe la vez que repartiste octavillas con el seiscientos de tu padre con la rueda pinchada. ¡No tienes vergüenza! Ese día te pegaron todos en casa y no me extraña porque a tu madre casi le dió un ataque cuando llamó la policía a su puerta. ¿Cómo se te ocurrió esconderte en esa casa en ruinas? Con lo que llovía y tú con tus zapatillas de verano. ¡Vaya gripazo agarraste! Siempre fuiste un loco temerario. Nunca entendí cómo no acabaste en la cárcel. Es que estuvo Pepe aquí y lo estuvimos hablando. Le sorprendió mucho.

    También me acuerdo del olor a salitre de nuestro viaje. ¡Qué bonito es el mediterráneo! Todas las tardes lo miro y ningún atardecer consigo ver el rayo verde. A veces pienso que aquel día te burlaste de mí.

    Te escribo esta carta porque hoy no he podido evitar romper a llorar y no estabas para abrazarme. Vinieron Luis y su mujer. Me sigue pareciendo una pécora pero al menos trajeron al niño. Como se fueron a la playa me quedé con Luisito. Le dejé un instante en la cochera mientras hacía la merienda. Cuando regresé había tirado toda su ropa por ahí y estaba jugando con la manguera, empapado. Sois idénticos. No pude regañarle porque me miró de esa forma con la que tú me miras cuando pasa algo malo. Esa mirada tan entrañable hizo que lo mandara a pensar en su trastada a la habitación. Regresé a recoger la ropa. Fui agarrando cada prenda hasta llegar al charco. Vi las zapatillas y juraría que estabas en el reflejo. No puedo con esto.

    Conserva esta carta y podrás releerla cuando quieras para ver que tu hijo te perdonó, que tu nieto te echa de menos y para que recuerdes que te amo con locura. Sé que no admites cosas así pero he decidido colocar esta carta a tu lado y que os incineren juntos para que puedas llevarla siempre contigo.

    Eternamente tuya, Leonor.


jueves, 4 de septiembre de 2014

El descuido


Con un suspiro comencé el viaje.
Traicioneros los recuerdos por mi mente
la tormenta desataron, sin pasaje
y sin permiso navegaron.

Con susurros convenció mi locura,
compañera de aventuras, presente
en cada estación; a la cordura
y así esta y la razón se alejaron.

Salí corriendo del cuarto
y entre todo lo olvidado,
¡qué descuido! pero en fin,
quedaron cuatro palabras.

Si no regreso a tu lado
cógelas, de este viaje no me harto.
Con cariño y para ti:
por favor, perdón y gracias.


lunes, 1 de septiembre de 2014

El escalofrío inhumano


  Me arrodillé sobre la roca resbaladiza acercando mis manos al río a ciegas y con cuidado. El frío era espantoso y por eso, la temperatura del agua, amorataba mis manos pero aun así conseguí lavarme la cara y los brazos.

  Me dolía inhumanamente cada centímetro del cuerpo pero me desnudé, tiritando, y metí mi vestido para enjuagarlo. Los rayos de luna atravesaron las nubes descubriendo en mis ropas mucha sangre. Llorando se la fui quitando y también los pelos hasta dejarlo casi blanco. Me lo apreté hacia el pecho cuando vi que estaba rasgado.

  Grité asustada y harta en medio de ese claro del bosque. Estaba desorientada y abatida. Me abracé a mis rodillas porque no encontré consuelo.

  El cielo se despejó y la luna llena iluminó toda la tierra. Levanté la mirada hacia ella agradeciéndola el consuelo. Fue entonces cuando escuché los ruidos de los animales. Me sobrecogieron y me pusieron en un estado de nerviosismo. Me incorporé buscando la dirección por donde venía el sonido.

  Miré en el agua mi reflejo, mi desolador aspecto. Vi mi transformación y entendí que aullando encontraría a la manada.